viernes, 16 de mayo de 2014

Verdadero amor (relato)

Mientras se cepillaba el largo cabello para ir a dormir escuchó como algo picaba en su ventana.
Una, dos...tres veces.
Con el corazón acelerado dejó el cepillo y se acercó a mirar en la fresca noche.
-Será él?-pensó.-No se habrá atrevido a venir al pueblo, o sí?-.
Una brisa fresca que traía el perfume de las rosas la recibió al asomarse. Y entre esas flores que crecían en el jardín estaba él. Se movía con gran soltura, sin hacer apenas ruido. Pero porque se sorprendía, ella sabía que él se había criado en el bosque.
-Que haces aquí?-dijo ella en apenas un susurro.
Tras un breve instante en el que él se acercó aún más a los muros le contestó.
-He venido a buscarte-.
-Te has vuelto loco?-, contestó ella.
-Sí, loco por ti. No aguanto la pena que siento al estar alejado de ti-.
-Sabes que sí te encuentran en el pueblo te mataran. Nadie entendería lo nuestro. "J" ha venido porque sabe que estas por la zona-.
-No me importa que prohiban o condenen nuestra relación. Si la muerte es lo que me espera, al menos deja que tú seas lo último que vea-. Dijo él. -No le tengo miedo a "J" porque muero cada día que no estoy contigo-.
Ella sonriendo -Deja que me vista y ahora bajo. Espérame detrás de la casa, en la linde del bosque-.
Y así lo hizo él. Rodeó la casa y se acercó al bosque.

La noche traía todo tipo de olores y sonidos procedentes del bosque. Sensaciones tan familiares para él que aún no creía posible que se acercara al pueblo. Notaba como el instinto le decía que corriera entre los árboles, que aquí no estaba su sitio. El bosque era su hogar, siempre lo había sido. Un lugar peligroso, casi letal, pero sincero. Donde uno podía ser libre. Realmente libre de todo.

Empezó a dar unos pasos hacia el follaje conocido pero entonces notó su olor. El olor de sus cabellos en movimiento, el olor de su piel, el olor de ella. El bosque desapareció tan rápido de su mente como lo hacen los sueños al despertar. Ella lo era todo, todo lo que él nunca esperaba encontrar, todo eso y mucho más. Sabía que su amor no podía ser y que estaba arriesgando su pellejo cada vez que venía a verla, pero no le importaba. Sólo quería estar con ella.

Ella llegó sonriente y radiante, la luna parecía que sólo la iluminara a ella y dejara todo lo demás en tristes y oscuras sombras. Su pelo ondeando con la brisa nocturna y la danza de sus cabellos al caminar lo hipnotizaba de tal manera que podría estar toda la vida contemplándola.

Ella le acarició la cara y lo besó.
-Debes marcharte. No estas seguro aquí- le dijo.
-Pues vayamos al lugar donde nos conocimos. Sabes que allí tengo mi casa-.
-Está muy oscuro y podríamos perdernos-.
-Sabes que yo no me pierdo en el bosque. Además, sólo será un rato- la esperanza afloraba en la voz de él.
-Está bien. Vamos- concedió ella.
Y ambos se internaron en el bosque.

Mientras caminaban entre los árboles conversaban, reían y bailaban. Los minutos se convirtieron en horas, los bailes en abrazos y las risas en besos. Y embriagados por la felicidad, la dicha y el amor, se quedaron dormidos uno junto al otro a la entrada del refugio de él, donde las estrellas y la luna dieron paso a la luz y el sol.
El bosque despertaba y entre los sonidos de la naturaleza se mezclaban los ruidos de alguien que se acercaba al lugar de los enamorados.

Ella despertó sobresaltada al escuchar como los pesados pasos pisaban hojas y ramas por igual.
Los pasos eran rápidos y enérgicos, como sí los impulsara una ira apenas contenida.

Ella levantándose para despertarlo a él se encontró con los ojos de este mirándola cálidamente y con una tierna sonrisa en su semblante.
-"J" está aquí, debes huir, debes esconderte- la desesperación hacía temblar la voz de ella. 
-No hay tiempo amor mío. Está muy cerca ya- respondió él. -No te preocupes, no va a pasar nada. Le diré que te amo con toda mi alma y tendrá que comprenderlo-.
-No, tú no lo conoces. Te matará-.
-Nunca ha sido fácil matarme- mientras lo decía se dió un golpecito en su duro pecho con seguridad. -Muchos lo han intentado, pero soy bastante duro-.
"J" entró en el pequeño claro como un huracán. Su mirada parecía chispear. Su respiración era agitada y no paraba de abrir y cerrar los puños.
Primero la miró a ella, luego a él detenidamente y volvió a mirarla a ella.
-No puedo creerlo. La gente lo comentaba en el pueblo, pero no quería creerlo- "J" articulaba las palabras con la mandíbula apretada. -Como puedes..., como has podido...?-.
-Tú no lo entiendes...-dijo ella mientras se acercaba a "J" para intentar calmarlo.
-Qué quieres que entienda, me estas diciendo que lo prefieres a él antes que a mí...?-sus palabras estaban cargadas de decepción y desprecio.
-Nos amamos. La amo y ella me ama a mí. No nos importa lo que piensen los demás- la voz de él sonó segura y clara.
-Es cierto, y nada ni nadie en este mundo podrá hacer nada para cambiar eso- la voz de ella estaba embargada por la emoción mientras se encontraba con la mirada de él.
-No me dejas otra opción- dijo "J" mientras la apartaba de un empujón para encararse contra él.
-Pero que haces. No te acerques a él. Suelta eso, vas a hacerle daño!-.
Mientras ella decía estas palabras ellos forcejeaban rodando por el suelo con violencia.
-No entiendes que nunca os dejaran en paz. Que os darán caza y cuando os atrapen a él lo mataran y a ti te quemarán en la hoguera?!- gritaba "J" en medio de la lucha.
Estas palabras se clavaron en la mente de él como una lanza al rojo vivo. Ya sabía lo que tenía que hacer y estaba dispuesto a hacerlo.
La calma inundó el lugar y la lucha terminó. La sangre empezó a brotar de la herida que él tenía en el pecho y le perforaba el corazón.
-"J" tiene razón, nunca nos dejaran en paz, nunca podremos estar juntos- la voz de él se apagaba. 
Ella se acercó envuelta en lágrimas y se tendió al lado de él. Mientras "J" asustado y horrorizado se apartó de la pareja mirando la sangre que tenía en las manos.
-No, por favor...no te vayas-la voz de ella era apenas un lamento.
Él sonreía afectuosamente.
-Me voy para que tengas una vida. Me voy para que puedas estar en paz.
-No quiero vivir sin ti, no me dejes sola-.
-No estarás sola, siempre estaré contigo. Acepta mi último regalo y mientras lo conserves yo estaré a tu lado-.
-Te amo- dijo ella entré lágrimas.
-Te amo- dijo él con su último aliento.
Y mientras la vida se apagaba en los ojos de él, la sangre brotaba de la espada clavada en su escamoso pecho, y de esa sangre nació una rosa.
Una rosa que nunca se marchitaría.
Una rosa que simbolizaría el verdadero amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario