martes, 13 de octubre de 2015

El pirata y la sirena (relato)

La noche era clara y fresca. Sin nubes. La luz de la luna teñía el mar con una franja plateada. Las olas se mecían sinuosas hasta llegar al acantilado. Rompiendo suavemente, como la caricia de un amante.

En lo alto del acantilado se oía una voz. Una voz cargada de ron y recuerdos.

-Te lo he contado en más de una ocasión. Ya sabes que cuando bebo siempre acabo hablándote de lo mismo.

Se acercó la botella a los labios para dar un largo trago.

-Sabes que me he cruzado con muchas mujeres en mi vida. Campesinas, princesas, meretrices...Todas únicas, todas preciosas y todas interesantes a su manera....Pero ninguna como Ella.
Ninguna mujer puede compararse con una sirena...

Las olas rompían el silencio incómodo entre los viejos amigos.

-No me mires así. Ya sabes que no puedo olvidarla. Ella me robó una parte de mi alma, una importante, y se la llevó al otro lado del mar para que siempre estuviera a su lado.
No la culpo, pero yo si me atormento.

Le dio un trago tan rápido que algunas gotas salpicaron su barba mal afeitada.

-El destino quiso que nos encontráramos. Al principio pensé que era una mujer común pero el brillo de sus ojos me fascinó. Eso debería haberme dado una pista-. Dijo en tono bajando la voz, más recordando para sí que hablando para su amigo. -Una pista de que pronto mi corazón sería arrastrado a las profundidades donde la falta de aire no te deja respirar. Donde crees que vas a morir por la fuerza que oprime tu pecho. Pero es justo esa opresión la que hace que cada inspiración sea un acto glorioso, algo fantástico-.

El pirata miró la luna como si aún pudiera contemplar el rostro de Ella.

-Y fue allí, bajo las aguas, cuando me di cuenta que no era una mujer mas. Era una sirena. La Sirena. Recuerdo como su pelo se movía con la danza de las corrientes. Como sus gráciles movimientos le permitían bailar a mi alrededor mientras yo no podía creer tener a una criatura tan dulce y letal mirándome con ese brillo en los ojos. Esos ojos que no puedo olvidar.

El pirata suspiro con tristeza y pesar.

-Yo me sentía torpe, nervioso, como si estuviera borracho-. El silencio de su oyente incomodó al lobo de mar. -Si, mucho más que ahora.

Le dio otro largo trago a la botella. Intentando que el calor del ron le recordara al calor que sintió junto a Ella. Pero eso nunca pasaba. Por más que bebiera.

-Mientras estábamos juntos bajo las olas me olvidaba de toda la violencia de mi vida. Toda la sangre vertida. Todas las lágrimas no derramadas. Y todas las mujeres desaparecían como si no fueran más que el relato de la vida de otro. El mundo se desvanecía y solo quedaba Ella.

Una ola rompió con fuerza contra el acantilado y los amigos se asomaron a mirar las profundas aguas.

-A veces creía que me ahogaría bajo la presión del agua. Que moriría sin remedio en un medio que la creación me había destinado a navegar y no a contemplar. Estar con ella significaba que me faltase la respiración.

Eso lo hacía aún mejor. Sus besos me daban el aire para seguir adelante. Sus besos me daban la vida que tanto se empeñaban a arrebatarme en el mundo de la superficie. Sus besos lo eran todo.

El pirata agitó la botella comprobando que no quedaban más de un par de tragos.

-Tantas veces he pensado si fue una visión o un sueño...Pero no fue así.
Cuando partió se llevo una parte de mi alma y a cambio me dejó una concha marina. Por eso sé que pasó de verdad.

Entonces se acarició la concha que llevaba colgada del cuello mientras daba un trago corto a la botella casi vacía.

-Y es que debí haberme ido con Ella al otro mundo. Uno donde hubiésemos estado juntos para siempre. Y es que una vida no hubiera sido tiempo suficiente para estar a su lado...

El bucanero tragó como pudo para intentar deshacer el nudo que tenía en la garganta.

-Y aquí me veo ahora. Contándote mis penas mientras bebo, miro al mar y sólo espero que la Muerte no me sobrevenga sin poder verla una vez más.
Mientras espero, la vida se ha vuelto gris, sin música. Y en el fondo sé que nunca más nos cruzaremos en esta vida.

Vació la botella de un trago largo que siguió en su boca rato después de haberse acabado el alcohol.

Entonces la bajó y miró su cuerpo de cristal vacío de ron.

-Veo que te has cansado de escuchar mis penas viejo amigo. Aunque sé que tú y yo nos volveremos a encontrar. Siempre nos volvemos a ver-. Y lanzó la botella al mar de plata que dibujaba la luna.

La botella se hundió durante un instante y volvió a salir a flote. Las olas la intentaban hundir pero ella siempre surgía de nuevo como una sirena que baila sobre las aguas.

-Ni las olas más altas pueden ahogar los sentimientos mas profundos.- dijo el pirata antes de marcharse para nunca más mirar el mar.