La noche era
clara y fresca. Sin nubes. La luz de la luna teñía el mar con una
franja plateada. Las olas se mecían sinuosas hasta llegar al
acantilado. Rompiendo suavemente, como la caricia de un amante.
En lo alto del
acantilado se oía una voz. Una voz cargada de ron y recuerdos.
-Te lo he
contado en más de una ocasión. Ya sabes que cuando bebo siempre
acabo hablándote de lo mismo.
Se acercó la
botella a los labios para dar un largo trago.
-Sabes que me
he cruzado con muchas mujeres en mi vida. Campesinas, princesas,
meretrices...Todas únicas, todas preciosas y todas interesantes a su
manera....Pero ninguna como Ella.
Ninguna mujer
puede compararse con una sirena...
Las olas
rompían el silencio incómodo entre los viejos amigos.
-No me mires
así. Ya sabes que no puedo olvidarla. Ella me robó una parte de mi
alma, una importante, y se la llevó al otro lado del mar para que
siempre estuviera a su lado.
No la culpo,
pero yo si me atormento.
Le dio un trago
tan rápido que algunas gotas salpicaron su barba mal afeitada.
-El destino
quiso que nos encontráramos. Al principio pensé que era una mujer
común pero el brillo de sus ojos me fascinó. Eso debería haberme
dado una pista-. Dijo en tono bajando la voz, más recordando para sí que hablando para su amigo. -Una pista de que pronto mi corazón
sería arrastrado a las profundidades donde la falta de aire no te
deja respirar. Donde crees que vas a morir por la fuerza que oprime
tu pecho. Pero es justo esa opresión la que hace que cada
inspiración sea un acto glorioso, algo fantástico-.
El pirata miró
la luna como si aún pudiera contemplar el rostro de Ella.
-Y fue allí,
bajo las aguas, cuando me di cuenta que no era una mujer mas. Era una
sirena. La Sirena. Recuerdo como su pelo se movía con la danza de
las corrientes. Como sus gráciles movimientos le permitían bailar a
mi alrededor mientras yo no podía creer tener a una criatura tan
dulce y letal mirándome con ese brillo en los ojos. Esos ojos que no
puedo olvidar.
El pirata
suspiro con tristeza y pesar.
-Yo me sentía
torpe, nervioso, como si estuviera borracho-. El silencio de su
oyente incomodó al lobo de mar. -Si, mucho más que ahora.
Le dio otro
largo trago a la botella. Intentando que el calor del ron le
recordara al calor que sintió junto a Ella. Pero eso nunca pasaba.
Por más que bebiera.
-Mientras
estábamos juntos bajo las olas me olvidaba de toda la violencia de
mi vida. Toda la sangre vertida. Todas las lágrimas no derramadas. Y
todas las mujeres desaparecían como si no fueran más que el relato
de la vida de otro. El mundo se desvanecía y solo quedaba Ella.
Una ola rompió
con fuerza contra el acantilado y los amigos se asomaron a mirar las
profundas aguas.
-A veces creía
que me ahogaría bajo la presión del agua. Que moriría sin remedio
en un medio que la creación me había destinado a navegar y no a
contemplar. Estar con ella significaba que me faltase la respiración.
Eso lo hacía
aún mejor. Sus besos me daban el aire para seguir adelante. Sus
besos me daban la vida que tanto se empeñaban a arrebatarme en el
mundo de la superficie. Sus besos lo eran todo.
El pirata agitó
la botella comprobando que no quedaban más de un par de tragos.
-Tantas veces
he pensado si fue una visión o un sueño...Pero no fue así.
Cuando partió
se llevo una parte de mi alma y a cambio me dejó una concha marina. Por eso sé que pasó de verdad.
Entonces se
acarició la concha que llevaba colgada del cuello mientras daba un
trago corto a la botella casi vacía.
-Y es que debí
haberme ido con Ella al otro mundo. Uno donde hubiésemos estado
juntos para siempre. Y es que una vida no hubiera sido tiempo
suficiente para estar a su lado...
El bucanero
tragó como pudo para intentar deshacer el nudo que tenía en la
garganta.
-Y aquí me veo
ahora. Contándote mis penas mientras bebo, miro al mar y sólo
espero que la Muerte no me sobrevenga sin poder verla una vez más.
Mientras
espero, la vida se ha vuelto gris, sin música. Y en el fondo sé que
nunca más nos cruzaremos en esta vida.
Vació la
botella de un trago largo que siguió en su boca rato
después de haberse acabado el alcohol.
Entonces la bajó y miró su cuerpo de cristal vacío de ron.
-Veo que te has
cansado de escuchar mis penas viejo amigo. Aunque sé que tú y yo nos
volveremos a encontrar. Siempre nos volvemos a ver-. Y lanzó la
botella al mar de plata que dibujaba la luna.
La botella se
hundió durante un instante y volvió a salir a flote. Las olas la
intentaban hundir pero ella siempre surgía de nuevo como una sirena
que baila sobre las aguas.
-Ni las olas
más altas pueden ahogar los sentimientos mas profundos.- dijo el
pirata antes de marcharse para nunca más mirar el mar.
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