Me estoy refiriendo a las películas, las
series, los videojuegos, etc... y no que en los desfiles de París y
Milán la gente luce cadáveres (bueno sí, las pieles de animales,
pero no es el tema).
Que los zombis venden esta claro. Hay
personas que son fans de lo que ya es un género, las películas, el
merchandising y todo lo relacionado con el tema. Que se disfrazan de
zombis y hasta quedan en grupos para simular una “manada” de
devoradores de carne. Incluso hay personas que creen en la llegada
del popularmente llamado Apocalipsis zombi. Personas que se preparan.
Que tienen reservas de comida, armas y un lugar seguro a prueba de
muertos vivientes.
Me parece bien. Cada uno tiene sus gustos
y … nunca se sabe.
Pero mi pregunta es...¿Por qué nos atraen tanto los
muertos vivientes? ¿Qué es lo que tanto nos fascina de estos seres
sin cerebro que vagan en grupo buscando algo que los llene?
La respuesta es más que evidente.
Nos sentimos identificados.
Simplemente hay que observar nuestro comportamiento
cuando nos encontramos dentro de un grupo numeroso de personas a las
cuales no conocemos.
Sin ir más lejos. Estas navidades, mientras
realizaba mis compras navideñas, fui a un centro comercial a la hora
de apertura. Mi plan era ir a buscar una cosa en concreto y largarme.
Era una operación rápida. Entrar y salir. Pero no fue así.
Cuando llegue a la entrada de una conocida tienda de
electrónica vi a un centenar de personas esperando en la puerta.
Ninguna se miraba entre sí, solo miraban al frente, sin hablar. Toda
esa multitud estaba a medio metro escaso de la cristalera que les impedía el paso viendo como los trabajadores que estaban dentro
se preparaban para su jornada laboral infernal navideña.
Los zombis de fuera no miraban directamente a los
empleados de dentro (es de mala educación). Y los trabajadores, de
vez en cuando, lanzaban miradas nerviosas a la horda de autómatas
que esperaban que las puertas se abriesen para atacar.
Decidí darme media vuelta y largarme antes que me
olieran o alguno diera el gemido de alarma.
Otro gran ejemplo ocurre cada día. Millones de
personas usan el transporte subterráneo metropolitano (o metro) en
las principales ciudades del mundo.
Todas ellas apiñadas, juntas en un sitio reducido
que no deja lugar al espacio personal... Donde el olor es muy
parecido al de cadáveres en descomposición. Y donde las miradas no
se encuentran y los ojos miran al vacío de la nada. Todos autómatas
absortos en una especie de no vida , o no muerte para el caso,
mientras sus movimientos zombificados se compaginan con el vaivén
del vagón. Todos moviéndose en una especie de procesión macabra
perfectamente ejecutada entre trasbordo y trasbordo.
Más de una vez me han dado ganas de proferir un
lamento gutural y bajo para ver sí entablo comunicación con alguno.
He llegado a presenciar artistas y pedigüeños que
se vuelen invisible mientras caminan (y a veces saquean) entre los
muertos. Pues estos tienen los oídos sordos por la música y la
vista fija en pantallas táctiles.
Y es tal el nivel de muerte en vida que la gran
mayoría ni se inmuta ante la súplica de ayuda de alguien que ha
sido robado o incluso agredido.
Los ojos muertos no se fijan en el sufrimiento ajeno.
Y es que nos estamos convirtiendo en espectadores de la vida.
Estamos tan insensibilizados que cuando vemos una
situación violenta, extraña o aliena a lo que entendemos como
normalidad nos parece estar viendo una película y actuamos en
concordancia. Miramos con los ojos fijos mientras tenemos la boca
ligeramente abierta.
Que solo nos falta babear.
Si realmente hubiera un Apocalipsis zombi nos
quedaríamos mirando como devoran a la gente a nuestro alrededor
hasta que llegara nuestro turno. Y así engrosar las filas de los
muertos que parodian la vida que los vivos no han sabido vivir.
Los zombis actúan en horda porque no tienen cerebro.
Nosotros si.
No te conviertas
en un muerto viviente. No traigamos el Apocalipsis zombi.
Recuerda que ha todo zombi, tarde o temprano, le acaba explotando la cabeza.
No seas un walking zombi.