- Cuenta la
leyenda que cuando la noche es cálida, tanto como para que las
sábanas se te peguen al cuerpo por el sudor, un monstruo ronda los
bosques y pantanos buscando saciarse con la carne de los vivos.
Cuenta la
leyenda que este ser muerto viste con un abrigo mugriento recuerdo de
cuando estaba vivo como tú y yo. Y que su figura encorvada merodea
por aldeas y carromatos buscando un delicioso bocado.
Cuenta la
leyenda que cuando esta bestia tiene hambre se arrastra de noche
hasta las puertas y ventanas para arañarlas con sus uñas rotas
mientras de su ropón salen todo tipo de insectos asquerosos.
Cuenta la
leyenda que entonces los que allí vivan deberán ofrecer a alguien
en sacrificio o todos morirán. Uno por noche.
Y esa es la
leyenda del Baboulash. También conocido como el Infecto.
Y justamente
por eso estamos aquí esta noche, Radomir.
-¿Me estás
diciendo que hemos prendido fuego a la mitad del bosque para sacar a
un monstruo de cuento para asustar a los niños y que se vayan a
dormir pronto?
-Si. Hemos
prendido fuego al bosque sabiendo que el viento propagará el fuego
hasta el río porque ese ser teme las llamas. También lo hemos hecho
por que sabemos que no puede cruzar el agua corriente. Y este, amigo
mío, es el único puente para llegar al otro lado.
-Si ese
Baboulash del que hablas es cierto está acabado. Le hemos tendido
una buena trampa. Si el fuego no acaba con él y huye en nuestra
dirección le estarán esperando doce hombres armados con espadas y
ballestas. Acabaremos con su miserable existencia.
-Que los dioses
te escuchen Radomir.
Mientras el
fulgor del fuego ilumina la noche que avanza sin estrellas ni luna,
en el margen contrario del río un carruaje se dirige veloz hacia el
puente.
Se detiene a
escasos metros de este. Uno de los dos hombres que están fuera baja
del pescante y abre la puerta.
-Ya hemos
llegado señor.- dice con voz servicial.
-Gracias
Alfredo.
Un hombre
ricamente vestido con sombrero de copa y bastón con puño de plata
baja tranquilamente mirando hacia los hombres que guardan el puente.
El elegante
hombre se acerca a ellos mientras juega con su bastón con la mano
derecha.
Al verlo venir, uno de los hombres del puente, el que lleva sombrero de ala a pesar de
la calor reinante, se acerca al recién llegado no sin antes dar un
par de ordenes al resto.
-Buenas noches
Don Antuan.- en su voz se nota la tensión y una violencia apenas
contenida.
-Buenas noches
Dimitru. ¿Como va la caza del Baboulash?-.
-Todo va según
lo que planeó. Le prendimos fuego al bosque donde nos dijo y el
viento viene es nuestra dirección.- condenado calor masculla entre
dientes tan apretados que parece que se van a romper. -Si el monstruo
estaba donde dijo no tardará en aparecer. Ya no queda mucho para el
amanecer-.
-Puede que el
fuego haya acabado con esa bestia infecta-.
-No...Estoy
seguro que está escondida en las tinieblas observándonos-.
Mientras los
dos únicos hombres fuera del puente intercambian un par de frases
más. Algo se mueve entre la maleza al otro lado del río.
Algo que está
furioso y hambriento. Algo infecto que observa a los hombres
congregados como un manjar. Un hambre monstruosa provoca que de su
pútrida boca caiga una viscosa y espesa saliva hasta el suelo.
Pero la bestia
no es estúpida, pues en otro tiempo fue un hombre y aún recuerda.
Recuerda cosas.
Hay demasiados
hombres para él solo. Tienen armas y fuego. Pero lo que los
estúpidos hombres no saben es que Baboulash no está solo. Nunca lo
está. Tiene a sus pequeñines.
De debajo de su
mugriento abrigo empiezan a caer al suelo gusanos que se retuercen.
De sus mangas trepan cucarachas negras hasta sus pálidas manos. Y
finalmente de su boca abierta vomita una nube de gordas moscas que se
unen en un enjambre entre arcada y arcada.
Miles y miles
de insectos viven dentro de Baboulash. Se alimentan de su muerta carne y de sus podridos órganos y a cambio ellos le sirven.
El Infecto ríe
mientras desata su plaga sobre los desprevenidos hombres del puente.
No tarda en
reinar el caos. Los insectos pican y muerden. Se meten por los ojos,
la nariz y la boca de los que sin saberlo se han condenado a morir
con dolor.
Los ojos de la
bestia se encienden con el rojo de la sangre que está por
derramarse. Sus manos se convierten en garras y un rugido
sobrenatural surge de su inhumana garganta mientras salta entre los
despistados hombres.
La matanza
transcurre en pocos latidos. Miembros humanos vuelan. Gritos
desesperados callan. Cuerpos destripados se enfrían. La sangre y las
vísceras bañan el puente y el Baboulash se deleita en las tripas de
algún desgraciado que aún no ha muerto.
Una ballesta
zumba y un virote se clava en el pecho de la criatura. Esta levanta
su cabeza y ve a un hombre con sombrero de ala que desenvaina la
espada mientras se acerca.
-Hasta aquí
han llegado tus días de atemorizar a mi pueblo, monstruo-. La voz de
Dimitru no muestra miedo si no una ira fruto de la venganza personal.
El Baboulash
abre su boca pringada de sangre para enseñar sus dos filas de
dientes serrados como cuchillas mientras gruñe desafiante.
Radormir
observa asustado la carnicería y al terrible ser que devora a sus
compañeros. Mientras ve como Dimitru y el monstruo se enfrentan, decide escapar rezando a cualquier dios que quiera escucharle para
que la bestia no se percate de él y pueda volver a casa con su
familia.
Pero parece que
los dioses están sordos esta noche porque cuando empezaba a caminar por el
puente ve como el Baboulash le arranca la cabeza al hombre del
sombrero de ala mientras la bestia masculla algo que suena como "adiós Papá".
Radomir corre
intentando ser más rápido que la muerte. Pero se estrella con
alguien. Al levantar la mirada ve a un hombre elegante con sombrero
de copa y bastón de puño de plata.
Este le tiende
la mano para que se levante.
-Levántese
buen hombre. No tema. ¿Cual era su nombre?-.
-Ra, ra,
Radomir señor...- mientras se levanta mira atónito al hombre bien
vestido y ve como la infecta criatura hace lo mismo.
-Bien Radomir.
No tienes que temer nada. El Baboulash no va a hacerte daño-
mientras Antuan va hablando la bestia se agazapa a cuatro patas en el
suelo dispuesta a atacar. Pero no huele miedo en el hombre del
sombrero de copa y el bastón de puño de plata. Más bien al
contrario. Incluso diría que sonríe.
-Porque el
auténtico monstruo soy yo- y al acabar de decir esto unos colmillos
blancos como la luna llena salen de la boca del hombre elegante y desgarran la garganta de Radomir que muere
con la cara de un estúpido que no entiende que está pasando. Antuan
sacía su sed impía mientras sus ojos rojos como las sangre de la
que se alimenta no se apartan ni un segundo de los del Baboulash.
Entonces el
hombre elegante lanza el cuerpo sin vida de Radomir por encima del
puente al río como si este no fuera más que un muñeco.
La bestia del
mugriento ropón se tensa aún más dispuesto a lanzarse contra su
nuevo adversario.
El hombre del
sombrero de copa y el bastón de puño de plata ruge como un
auténtico monstruo a la noche para saber que ésta le pertenece.
Con ademán
diestro saca un pañuelo de seda blanco de su manga y se limpia la
sangre.
-Pronto
amanecerá y a los de nuestra especie no nos sienta bien el sol. Si
fuera tan amable señor Baboulash de acompañarme a mi carruaje. Allí
nos cubriríamos de los nefastos rayos del sol.
La infecta
criatura se yergue como el hombre que fue una vez. Y al que hace
mucho que nadie se dirige como tal.
El elegante
hombre le da la espalda y empieza a andar hacia el carruaje mientras
el mayordomo abre la puerta. Entonces el hombre del sombrero de copa
y bastón de puño de plata se gira y le dice...
-Quiero
proponerle un trato que no podrá rechazar....