jueves, 4 de junio de 2015

Baboulash (relato)

- Cuenta la leyenda que cuando la noche es cálida, tanto como para que las sábanas se te peguen al cuerpo por el sudor, un monstruo ronda los bosques y pantanos buscando saciarse con la carne de los vivos.
Cuenta la leyenda que este ser muerto viste con un abrigo mugriento recuerdo de cuando estaba vivo como tú y yo. Y que su figura encorvada merodea por aldeas y carromatos buscando un delicioso bocado.
Cuenta la leyenda que cuando esta bestia tiene hambre se arrastra de noche hasta las puertas y ventanas para arañarlas con sus uñas rotas mientras de su ropón salen todo tipo de insectos asquerosos.
Cuenta la leyenda que entonces los que allí vivan deberán ofrecer a alguien en sacrificio o todos morirán. Uno por noche.
Y esa es la leyenda del Baboulash. También conocido como el Infecto.
Y justamente por eso estamos aquí esta noche, Radomir.
-¿Me estás diciendo que hemos prendido fuego a la mitad del bosque para sacar a un monstruo de cuento para asustar a los niños y que se vayan a dormir pronto? 
-Si. Hemos prendido fuego al bosque sabiendo que el viento propagará el fuego hasta el río porque ese ser teme las llamas. También lo hemos hecho por que sabemos que no puede cruzar el agua corriente. Y este, amigo mío, es el único puente para llegar al otro lado.
-Si ese Baboulash del que hablas es cierto está acabado. Le hemos tendido una buena trampa. Si el fuego no acaba con él y huye en nuestra dirección le estarán esperando doce hombres armados con espadas y ballestas. Acabaremos con su miserable existencia.
-Que los dioses te escuchen Radomir.

Mientras el fulgor del fuego ilumina la noche que avanza sin estrellas ni luna, en el margen contrario del río un carruaje se dirige veloz hacia el puente.
Se detiene a escasos metros de este. Uno de los dos hombres que están fuera baja del pescante y abre la puerta.

-Ya hemos llegado señor.- dice con voz servicial.
-Gracias Alfredo.

Un hombre ricamente vestido con sombrero de copa y bastón con puño de plata baja tranquilamente mirando hacia los hombres que guardan el puente.

El elegante hombre se acerca a ellos mientras juega con su bastón con la mano derecha.

Al verlo venir, uno de los hombres del puente, el que lleva sombrero de ala a pesar de la calor reinante, se acerca al recién llegado no sin antes dar un par de ordenes al resto.

-Buenas noches Don Antuan.- en su voz se nota la tensión y una violencia apenas contenida.
-Buenas noches Dimitru. ¿Como va la caza del Baboulash?-.
-Todo va según lo que planeó. Le prendimos fuego al bosque donde nos dijo y el viento viene es nuestra dirección.- condenado calor masculla entre dientes tan apretados que parece que se van a romper. -Si el monstruo estaba donde dijo no tardará en aparecer. Ya no queda mucho para el amanecer-.
-Puede que el fuego haya acabado con esa bestia infecta-.
-No...Estoy seguro que está escondida en las tinieblas observándonos-.

Mientras los dos únicos hombres fuera del puente intercambian un par de frases más. Algo se mueve entre la maleza al otro lado del río.
Algo que está furioso y hambriento. Algo infecto que observa a los hombres congregados como un manjar. Un hambre monstruosa provoca que de su pútrida boca caiga una viscosa y espesa saliva hasta el suelo.
Pero la bestia no es estúpida, pues en otro tiempo fue un hombre y aún recuerda. Recuerda cosas.

Hay demasiados hombres para él solo. Tienen armas y fuego. Pero lo que los estúpidos hombres no saben es que Baboulash no está solo. Nunca lo está. Tiene a sus pequeñines.

De debajo de su mugriento abrigo empiezan a caer al suelo gusanos que se retuercen. De sus mangas trepan cucarachas negras hasta sus pálidas manos. Y finalmente de su boca abierta vomita una nube de gordas moscas que se unen en un enjambre entre arcada y arcada.

Miles y miles de insectos viven dentro de Baboulash. Se alimentan de su muerta carne y de sus podridos órganos y a cambio ellos le sirven.

El Infecto ríe mientras desata su plaga sobre los desprevenidos hombres del puente.

No tarda en reinar el caos. Los insectos pican y muerden. Se meten por los ojos, la nariz y la boca de los que sin saberlo se han condenado a morir con dolor.

Los ojos de la bestia se encienden con el rojo de la sangre que está por derramarse. Sus manos se convierten en garras y un rugido sobrenatural surge de su inhumana garganta mientras salta entre los despistados hombres.

La matanza transcurre en pocos latidos. Miembros humanos vuelan. Gritos desesperados callan. Cuerpos destripados se enfrían. La sangre y las vísceras bañan el puente y el Baboulash se deleita en las tripas de algún desgraciado que aún no ha muerto.

Una ballesta zumba y un virote se clava en el pecho de la criatura. Esta levanta su cabeza y ve a un hombre con sombrero de ala que desenvaina la espada mientras se acerca.

-Hasta aquí han llegado tus días de atemorizar a mi pueblo, monstruo-. La voz de Dimitru no muestra miedo si no una ira fruto de la venganza personal.

El Baboulash abre su boca pringada de sangre para enseñar sus dos filas de dientes serrados como cuchillas mientras gruñe desafiante.

Radormir observa asustado la carnicería y al terrible ser que devora a sus compañeros. Mientras ve como Dimitru y el monstruo se enfrentan, decide escapar rezando a cualquier dios que quiera escucharle para que la bestia no se percate de él y pueda volver a casa con su familia.

Pero parece que los dioses están sordos esta noche porque cuando empezaba a caminar por el puente ve como el Baboulash le arranca la cabeza al hombre del sombrero de ala mientras la bestia masculla algo que suena como "adiós Papá".

Radomir corre intentando ser más rápido que la muerte. Pero se estrella con alguien. Al levantar la mirada ve a un hombre elegante con sombrero de copa y bastón de puño de plata.

Este le tiende la mano para que se levante.

-Levántese buen hombre. No tema. ¿Cual era su nombre?-.
-Ra, ra, Radomir señor...- mientras se levanta mira atónito al hombre bien vestido y ve como la infecta criatura hace lo mismo.

-Bien Radomir. No tienes que temer nada. El Baboulash no va a hacerte daño- mientras Antuan va hablando la bestia se agazapa a cuatro patas en el suelo dispuesta a atacar. Pero no huele miedo en el hombre del sombrero de copa y el bastón de puño de plata. Más bien al contrario. Incluso diría que sonríe.
-Porque el auténtico monstruo soy yo- y al acabar de decir esto unos colmillos blancos como la luna llena salen de la boca del hombre elegante y desgarran la garganta de Radomir que muere con la cara de un estúpido que no entiende que está pasando. Antuan sacía su sed impía mientras sus ojos rojos como las sangre de la que se alimenta no se apartan ni un segundo de los del Baboulash.

Entonces el hombre elegante lanza el cuerpo sin vida de Radomir por encima del puente al río como si este no fuera más que un muñeco.
La bestia del mugriento ropón se tensa aún más dispuesto a lanzarse contra su nuevo adversario.
El hombre del sombrero de copa y el bastón de puño de plata ruge como un auténtico monstruo a la noche para saber que ésta le pertenece.

Con ademán diestro saca un pañuelo de seda blanco de su manga y se limpia la sangre.

-Pronto amanecerá y a los de nuestra especie no nos sienta bien el sol. Si fuera tan amable señor Baboulash de acompañarme a mi carruaje. Allí nos cubriríamos de los nefastos rayos del sol.

La infecta criatura se yergue como el hombre que fue una vez. Y al que hace mucho que nadie se dirige como tal.

El elegante hombre le da la espalda y empieza a andar hacia el carruaje mientras el mayordomo abre la puerta. Entonces el hombre del sombrero de copa y bastón de puño de plata se gira y le dice...

-Quiero proponerle un trato que no podrá rechazar....


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