El sol ya no
calienta como en verano. Las hojas caen de los árboles. La melancolía reina en
el mundo. El recuerdo por los que ya no nos acompañan flota en el aire. Todo es
más gris. Más oscuro. Los días se hacen cortos. El viento huele a castañas
asadas. La gente prepara disfraces terroríficos. Todo se adorna con
murciélagos, esqueletos, fantasmas y brujas.
Calabazas.
Calabazas
por todas partes.
Cada vez que
las miro recuerdo a aquella niña de cabello como las hojas que resisten en los
árboles. Recuerdo a aquella niña que tenía pequitas alrededor de la nariz. Recuerdo
a aquella niña por la que suspiraba.
Recuerdo
como después de reunir mucho valor me acerqué a ella con mi cucurucho de
castañas asadas para compartir. Decidido a confesarle mis sentimientos mientras
las hojas caían a nuestro alrededor. Era un momento romántico donde dos jóvenes
podrían compartir emociones y si todo salía bien hasta un beso. Un beso de los
que nunca se olvidan. De aquellos que se graban a fuego en el alma.
Recuerdo ver
una de esas calabazas con sonrisa traviesa mirándome mientras me acercaba a
ella.
Me senté a
su lado y ella me miró con esos ojos tan intensos como la madera barnizada.
Unos ojos capaces de robarme una parte de mí y perderla para siempre.
Tembloroso
le ofrecí las castañas. Ella me correspondió con una sonrisa.
¿Alguna vez
has estado tan enamorada o enamorado como para pensar que podrías morir por ese
sentimiento?
Yo me sentía
así. Me sentía morir de amor.
A ella le
brillaban los ojos de una manera especial. Se mordía el labio de esa manera que
me hacía perder la cabeza.
A mí se me
iba a salir el corazón por la boca.
La amaba.
La miré a
los ojos y ella me miró a mí.
Nos sonreímos.
Le cogí la
mano y ella me la acarició.
Ella abrió
ligeramente la boca y yo me acerqué.
La bese y
ella…
Calabazas.
Calabazas por todas partes.
Después aquello
ella se marchó para no volver.
El recuerdo de aquella niña viene a mí cada año
en estas fechas.
Ella lo era
todo para mí.
Era.
Ahora miro a
las calabazas.
Siguen
riéndose.
Ahora sé que
no es de mí de quién se reían. Se ríen de ver la vida pasar.
Y es que la
vida es para tener una sonrisa en la cara.
Así que
ahora hago como las calabazas y sonrío.
Sonrío ante
los recuerdos.
¿Qué habrá
sido de aquella niña de cabellos de otoño?
Sonrío.
Calabazas.
Calabazas por todas partes.
Imagen extraída de: © Depositphotos.com/KlausKaulitzki