lunes, 8 de diciembre de 2014

El Niño y el Fénix (cuento)


Faltaba poco para que el año llegara a su fin. La gente se arremolinaba en la plaza a la espera de que el reloj marcara las 12.

El niño se escabulló de sus padres. Entre tanta gente fue fácil alejarse sin que se dieran cuenta. Quería subir hasta lo alto de la torre, hasta el reloj. Desde allí podría ver bien los fuegos artificiales.

Se coló por un pequeño hueco y empezó a subir. Estaba cansado de subir tantas escaleras pero no se dio por vencido. Por fin llegó a la zona donde se veían los engranajes.

Todas esas piezas hacían tic tac, click clock. El niño se maravilló al contemplar la máquina que marcaba el paso del tiempo. Y mientras miraba ensimismado como se movían, tropezó.

Tropezó con algo grande cayendo al suelo. Se levantó limpiándose el polvo y entonces lo vio.

Vio un ave. Un gran ave con el plumaje como el sol cuando se pone en invierno. Que irradiaba un calor parecido al que uno siente cuando esta frente a la estufa o tapado con una manta, el calor que se siente en el hogar de uno. Suave y acogedor.

El ave alzó lentamente su cabeza. Su cuello lanzaba destellos cálidos que relucían entre las piezas de la maquinaria. Abrió los ojos de manera somnolienta. Unos ojos de hielo virgen que se posaron sobre el niño.

El pequeño estaba asustado y emocionado a partes iguales. Pero como era más valiente que prudente, se acercó un paso.

- ¿Buenas noches ?-, le habían enseñado que la educación era importante. 
- Buenas noches- dijo el fénix mientras inclinaba la cabeza con solemnidad.

El niño sonrió ampliamente al ver que el ave podía hablar. Su mirada recorrió rápidamente la sala del reloj observándolo todo como si fuera la primera vez. Reparó en que el gran pájaro estaba en un nido aún mayor, hecho con alambres y partes metálicas.

- ¿Qué eres?- preguntó el niño.
- Soy el ave Fénix- contestó mientras el niño asentía con cara de quedar satisfecho con la respuesta pero sin entenderla.

- ¿Y qué haces aquí?. Todo el mundo está fuera celebrando la entrada del año nuevo.
- Me estoy preparando para partir. Soy muy mayor. Mi tiempo acaba con el del año.

Al decir eso, el niño reparó en que al ave le faltaban algunas plumas y que su mirada parecía cansada.

- ¿Quieres decir que te vas a morir?- de pronto el niño se sentía triste.
- Los fénix nacemos con el año nuevo, cogemos fuerzas en invierno, cuando somos jóvenes traemos la primavera, el verano cuando somos adultos y cuando somos ancianos llega el otoño. Nuestra vida termina cuando acaba el año.

-Pero podemos llamar a un médico o algo.
- No estés triste pequeño. Todo en el viaje de la vida son etapas. Hay que seguir adelante. Seguir volando pase lo que pase. Yo cargo con la sabiduría de los míos. Tu vivirás experiencias y eso te hará crecer como persona. Y en eso reside el misterio de la vida. En vivirla.

El niño sorbía por la nariz intentando contener las lágrimas.

- Estoy preparado para marcharme. He vivido todo lo que me tocaba. Es hora de que otros sigan adelante.

Empezaron a sonar las campanadas y la sala retumbaba con cada una de ellas. Una, dos, tres...diez, once y doce.
Desde fuera llegaban gritos de “Feliz año” y “Próspero año nuevo”

- Adiós pequeño. Disfruta la vida que tienes por delante. Saborea cada sorbo como si fuera el último y cuando te llegue el fin como a mí, lo harás con una sonrisa. Gracias por no dejarme sólo en mi ocaso. Adiós.

Entonces empezó a relucir con intensidad despidiendo un calor intenso como si fuera un horno. Las plumas fueron cayéndose y poco a poco fue desintegrándose hasta no ser más que un montón de cenizas de purpurina.

Cuando acabó, el niño se acercó al nido y no pudo contener más las lágrimas. Pues a pesar de no haber conocido mucho tiempo al fénix la pena y la tristeza que sintió al verlo morir le hicieron derramarlas.

Las lágrimas cayeron en las cenizas dejando al descubierto un pequeño huevo de oro bruñido que eclosionó liberando a un polluelo que tenía el plumaje del amanecer de un nuevo día y  los enormes ojos como el cielo despejado de verano.

Fuera, el cielo se iluminaba por los fuegos artificiales.


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