domingo, 28 de diciembre de 2014
Historia de dos pollitos (cuento)
miércoles, 24 de diciembre de 2014
Noche de paz. Noche de amor (relato)
Era la noche de Nochebuena. Las calles brillaban con las luces navideñas. Nadie paseaba, estaban vacías mientras las familias disfrutaban de la cena con sus seres queridos. Nevaba. Sería una blanca navidad para todos.
Mientras todos estaban felices y calentitos en sus casas yo estaba en el coche patrullahelándome el culo. Odio las guardias nocturnas. Más cuando caen en días festivos. Más cuando es en Navidad. Y más cuando las tienes que hacer solo. Putos recortes.
La noche transcurría sin apenas incidentes. Algún que otro borracho pero nada más. Entonces me llegó por radio el aviso.
Un 10-14. Unos vecinos se quejaban de unos gritos provenientes de la casa de al lado. Algunos se estaban pasando con la efusividad de la fiesta. Nada serio.
Era el que estaba más cerca de la casa y tarde muy poco en llegar. Era una gran casa, con una fachada beis y blanca, con un jardincito muy cuidado y en muy buen estado. Gente de bien.
Me bajé del coche y la noche me dió un helada bofetada. Que puta gran noche.
La casa estaba decorada con luces de colores y figuras de renos luminosos y sonrientes en el jardín. Recuerdo pensar “Los renos sonríen”. Me dieron mal rollo. Odio estas putas fiestas.
Me acerqué al portal sin quitarle ojo a los siniestros y sonrientes renos. Llamé al timbre del portal y me di cuenta de que la puerta estaba abierta.
La abrí levemente. El calor y el olor a cena navideña me dieron la bienvenida. Creo que dije algo como “Hola, hay alguien ?” y no obtuve ninguna respuesta.
Entré en la casa con la mano puesta en el arma. Entré en el recibidor. Había varios abrigos colgados de un perchero con nieve derritiéndose, así que deduje que al menos habría 6 personas en el hogar.
Escuché un ruido de movimiento que provenía de la cocina así que entré en ella. Un par de piernas se agitaban desde detrás de una mesa. Me acerqué a socorrer a la persona pero cuando pude verla entera me di cuenta de que tenía la cabeza aplastada como si alguien muy grande la hubiera machacado con algo contundente y pesado.
Se me quitaron las ganas de cenar. La pobre abuela llevaba un suéter con un rollizo santa claus sonriente. No lo haría si viera la papilla del suelo.
Desenfundé el arma. Pedí refuerzos por la radio y me dirijí hacia el comedor.
Mientras caminaba hacia allí me parecía oír una vocecilla que cantaba: “ Noche de paz. Noche de amor. Todo duerme en derredor...”
Lo que vi en el comedor quebrantaría la mente de cualquier persona. Los cuerpos de unas 7 personas adultas estaban descuartizadas de las maneras más brutales posibles. Las paredes estaban salpicadas con sangre. En la chimenea chisporroteaban los corazones ensartados como un espeto macabro. El árbol estaba decorado con las entrañas de la familia.
Vomité. Café sobretodo. No tenía nada más en el estómago.
“Noche de paz. Noche de amor. Ha nacido el niño Dios...”
La canción consiguió que recuperara el sentido. Parecía venir de detrás del árbol. Me acerqué prudentemente apuntando con mi arma. Escondida, abrazándose las piernas con los brazos había una niña rubia de unos 9 años. Ella era la que cantaba.
Me acerqué aún más. Con voz suave y tranquilizadora le dije que no se preocupara que los buenos ya estaban en camino y que viniera conmigo. Ella me miró. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y parecía ida. Le tendí mi mano y al poco me la dió. La saqué de detrás del árbol y la cogí en brazos.
Le pregunté que había pasado y me dijo que un hombre malo, grande y vestido de rojo había bajado por la chimenea y los había matado a todos.
Un puto loco disfrazado de santa claus ha destrozado a esta gente. Odio la navidad.
Cuando estábamos a punto de abandonar la sala, la niña empezó a moverse y a gritar con pánico en la voz. Al final no sí caímos y apunte mi arma contra lo que sea que había visto la niña a mi espalda.
Entonces fue cuando lo oí. El sonido más terrorífico que he escuchado en toda mi vida. Una risa.
Una risa cruel y desalmada, como si tuviera la garganta llena de flemas y la profundidad del Pozo.
Pero al girarme recuerdo solo ver a la niña tirada de rodillas delante de mi mirándome.
Me miraba ida. Y me sonreía de manera bobalicona. Hasta que su sonrisa se ensanchó cada vez más hasta tener una longitud inhumana. Recuerdo que me vino el Joker a la cabeza. Pero el Joker no tiene los dientes triangulares y afilados como los de un tiburón. La niña si los tenía.
De repente salto 5 metros tan rápido que no me dió tiempo a reaccionar y aterrizó sobre mi pecho. Grité de dolor cuando sus dedos que eran garras de 10cm me perforaban los hombros.
Su aliento hedía a descomposición, muerte y corrupción. Sus ojos eran pozos negros de pura maldad. Su asquerosa risa flemática articulaba palabras extrañas.
Aquello no era una niña. Ya no. Apreté los dientes. Me obligué a mover el brazo a pesar del dolor y vacié el cargador en el pecho de la puta niña del demonio.
Calló a mi lado. Entonces empezó a hablar como la niña que era. Decía que ella no quería hacerlo. Que ellos entraron en su cuerpo y la obligaron a hacer cosas. Cosas terribles. Que había leído una historia por Internet y que desde ese momento ellos entraron dentro.
Entonces reptó por el suelo como una jodida serpiente y con sus afilados dientes me partió la pierna izquierda. Caí al suelo mientras me masticaba la pierna. No me quedaban balas.
El dolor era insoportable. Y recuerdo ver un maldito adorno de santa claus. Entonces me acordé de la vieja de la cocina. Cogí fuerte mi arma y empecé a golpear la cabeza de la niña con todas mis fuerzas. Una, dos, tres veces. Tantas hasta que el brazo parecía que se me iba a caer.
Soltó mi pierna. Me arrastré hacia la puerta como pude. No tardarían en llegar mis compañeros.
Cuando casi estaba fuera del comedor. La niña me habló. Me dijo que ellos le habían dicho que al contar su historia ella se libraría de la maldición y esta pasaría a aquel que la escuchara o leyera.
Me rescataron mis compañeros. Pasé un año de baja por estrés post-traumático. Desde aquello he descuartizado a más de 30 personas. Pero ya estoy agotado. No puedo aguantarlo más. Por eso te cuento mi historia.
Ellos entrarán en ti. La maldición es tuya.
lunes, 22 de diciembre de 2014
Feliz Navidad (artículo)
domingo, 14 de diciembre de 2014
En honor a Edgar Allan Poe (selección de microrrelatos)
http://www.artgerust.com/libro/150-microrrelatos-terror-poe/4560Mr. PepperLa madre se acerca preocupada a la habitación de su hija. Ha vuelto a desmembrar sus muñecas.-¿Por qué le has hecho eso otra vez a tus juguetes?La niña se gira con su cara angelical y dice:-Mr. Pepper me ha dicho que tenía que castigarlas por portarse mal, mamá.-Ya hemos hablado de eso. El doctor te dijo que Mr. Peters o como se llame no existía. Así que deja de hablar de él y empieza a comportarte como una niña normal.La niña niega con la cabeza y le hace gestos a alguien detrás de la madre hasta que por fin dice:-Lo siento mamá. Te has portado muy mal.-Te he dicho que no hables de...La puerta del cuarto se cierra de golpe tras la madre.Comida a domicilioLlamaron a la puerta de casa. La pizza había llegado.Jennifer se acercó a mirar por la mirilla. Vio al pizzero y un escalofrío le recorrió la espalda.El tipo tenía una pinta inquietante con aquella sonrisa lobuna y la ridícula gorra de repartidor.Volvió a llamar a la puerta. Esta vez con los nudillos y ella se sobresaltó y se apartó de la puerta.No podía esperar a que Jason saliera de la ducha para que pagara la pizza. Se burlaría de ella.Abrió la puerta con el dinero en la mano. Le entregó el pedido a cambio del dinero.Ella cerró la puerta con alivio al perder al extraño repartidor de vista pero la puerta no se cerró del todo.Se abrió de un portazo lanzando a Jenni al suelo mientras el tipo lanzaba la gorra, dejaba a la vista unos dientes afilados y decía:-Yo también tengo hambre.BobbyMe despierto sobresaltado. Todo está oscuro en mi habitación. Está lloviendo fuera. Habrá sido un trueno.Me vuelvo a tumbar con el corazón latiendo con fuerza. Escucho un ruido abajo. La portezuela.No puede ser. Bobby está atado fuera. Papá lo amarró bien por haberme mordido.Me asomo a la ventana. No veo bien la caseta. El jardín está oscuro.Un relámpago lo ilumina todo. La cadena está rota. No.Me doy la vuelta para cerrar la puerta de mi cuarto rápidamente. Cuando me acerco a ella veo dos ojos que brillan en la oscuridad. Dos ojos hambrientos. Escucho un gruñido bajo. Y veo como se abalanza.Cierro la puerta y pongo mi espalda contra ella para bloquearla.El primer golpe casi me lanza despedido. Luego vienen dos o tres más.Escucho como araña la puerta y la muerde. Oigo como la madera se rompe bajo sus garras y sus fauces.Lloro. No tardará en entrar a por mi.Uno de estos microrrelatos lo encontrarás en el libro "Homenaje a Edgar Allan Poe" publicado por la editorial ArtGerust.