Te amo más de
lo que una persona puede amar a alguien. Te amo más de lo que es
posiblemente confesable. Te amo con tanta intensidad que me duele el
corazón. Te amo como nunca pensé que amaría a alguien. Te amo.
Y por eso no
puedo explicar el dolor. La intensa agonía que siento al haberte
perdido. La desdicha, la pena y la tristeza tan onda que anidan en mi
alma.
Te escribo
estas letras con la esperanza que puedas leerlas y entiendas; me
entiendas.
Desde que no
estás conmigo todo es gris. Todo carece de sentido. No hay luz en el
mundo, se apagó la música. Todo sabe amargo.
Aún recuerdo
los momentos vividos junto a ti. El fresco sonido de tu risa. El
misterioso brillo de tus ojos. El dulce olor de tu piel. La
maravillosa danza que bailaban el viento y tu cabello juntos. Y el
sabor de tus besos. Esos besos que hacían que nuestras almas se
tocarán. Besos que hacían desaparecer el mundo a nuestro alrededor.
Los echo de menos.
Echo de menos
tu presencia a mi lado. Escuchar tu voz. Sentir el calor de tu cuerpo
y el mio unidos.
Te echo de
menos.
Aún no puedo
creer que un azar del destino nos separara. Que Dios, si es que
existe, sea tan cruel de hacer que dos personas se encuentren en la
vida para luego separarlas de esta manera.
Me niego.
Reniego de toda concepción moral y ética.
Puede que sea
la angustia la que habla. Que mi mente se haya quebrado bajo el
intenso dolor de tu marcha. No importa.
Ya no importa.
Solo quiero que
entiendas los motivos por los que he hecho lo que hago.
Mi único deseo
es que vuelvas a estar a mi lado. Y no me importa cargar mi alma de
pecados. Aguantaré el castigo divino. El precio habrá valido la
pena si con ello consigo besarte una vez más.
Así que decidí
hacer algo. Tenía que llenar el vacío de mi alma.
Al principio te busqué en otras mujeres pero ninguna era como tú. Todas ellas
imperfectas. Todas ellas sosas, faltas de tu elegancia natural. De
tu gracia innata.
Ninguna era lo
bastante buena para compararse contigo. Eso complicaba aún más la
tarea.
Una noche,
mientras contemplaba tus fotos en soledad, fue cuando me vino la idea
a la cabeza. Si ninguna mujer es lo suficientemente buena...si
ninguna tiene todas tus virtudes... Eso solo me dejaba una opción.
Cogería lo mejor de cada una para hacerte de nuevo.
Y así es como
empezó todo.
Recuerdo que la
primera vez estaba tan nervioso que lloré más que ella. Tenía más
miedo que ella. Incluso vomité delante suyo mientras sus ojos
cargados de terror me imploraban que la soltara.
Pero el ser
humano se acostumbra a todo. A todo.
Dicen que la
sangre derramada nunca puede limpiarse de las manos. Es cierto.
Todas ellas
acuden a mí en la vigilia. Sus rostros asustados. Sus sollozos. Sus
gritos amortiguados por la mordaza.
Lo odio. No lo
disfruto. Trato de explicarles que no me gusta hacerlo. Que para
ellas todo acabara pronto pero que para mí la pesadilla durará.
Les explico que
sus vidas serán para que un ser único como tú vuelva a estar
conmigo.
Les pregunto
qué no harían ellas por su ser mas querido. ¿Acaso no sacrificarían
la vida de cientos si no miles de vidas por la persona amada?
No me
contestan. Nunca lo hacen. La mordaza no las deja hablar.
Pero no
importa. Ya falta poco para que estés completa.
Ha sido un largo
camino. No es fácil encontrar unos cabellos como los tuyos. Unos
ojos, unas manos, unos dientes.
Unas cuantas
cosas más y todo habrá acabado.
Por fin podré
borrar de mi mente sus lágrimas, sus miradas de terror, el olor de
sus cuerpos al orinarse encima.
No quiero
volverlas a ver. No quiero volver a tocar a una mujer que no seas tú.
Solo te quiero a ti.
Te amo tanto
como para condenar mi alma. Te amo tanto como para traspasar el velo.
Te amo tanto.
Te amo.