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domingo, 1 de marzo de 2015

Sed de sangre (relato)

La noche es cálida.
Deambulo por las calles solitarias de la ciudad en busca de mi siguiente presa.
Tengo sed. Sed de sangre fresca.

A estas horas de la madrugada no hay nadie en la calle. Saben que hay cazadores moviéndose en la noche y se esconden en sus casas creyéndose a salvo.
Que equivocados están.

Oigo pasos. Alguien se acerca. Me fundo con las sombras.
Con cada paso se acerca más y más.
Estoy ansioso por beber su sangre. Tengo que controlarme para no abalanzarme y devorar a la estúpida persona que va sola por la calle a estas horas. Casi se lo merece. Casi.

Ahora que está más cerca me doy cuenta que sus pasos tienen un ritmo extraño. Se mueve lentamente y de una manera peculiar. Decido esperar y observar bien a mi presa.

Ya la veo. Mi visión me permite ver el calor que despide. Es uno de los dones por los que soy el depredador supremo.
No despide mucho calor. Es como si no tuviera mucha vida corriendo por sus venas.
Ahora entiendo por que andaba de esa manera tan rara. Se ayuda de un bastón para caminar. Es un anciano.

Puaggg!!! No me apetece sangre caducada esta noche.
Prefiero la dulzura de un recién nacido o la frescura de una chica joven.

Le concedo el don de la vida al anciano y prosigo con mi cacería.

La noche es mía y pienso disfrutarla. Nadie sospecha de mí. Nadie cree que haya un lobo entre tantos borregos.
El truco es dejarles pensar que están en la cima de la cadena alimenticia. Pero no es así. Los míos llevamos siglos y siglos arrebatándoles la esencia vital mientras convivimos con ellos sin levantar sospechas.

Huelo algo. Algo jugoso. Busco de donde viene. Una ventana abierta. La ocasión perfecta.
Utilizo mis capacidades sorprendentes para alcanzarla sin esfuerzo.
Ya estoy dentro.

La oscuridad me envuelve como un manto. Me fundo con ella para volverme invisible.
Observo.

Es una chica. Veo el calor que desprende. Pero lo mejor es la fragancia que despide. Tiene un toque afrutado. No puedo contener las ganas por probar su sangre. Noto como una ansia inhumana se apodera de mi. Casi puedo oír como me susurra que la devore. Que la deje seca. Sin una gota de sangre.

Está tapada con la sábana a pesar del calor que hace. Tiene el cuello descubierto. Puedo ver como le palpita la yugular. El ritmo de su pulso es hipnotizante.
Quiero sangre y la quiero ahora.

Me acerco sigilosamente. Como una pantera que está a punto de saltar sobre su presa.
Cada vez estoy más cerca. Unos centímetros más y podré hincarle el diente.

Se mueve. Se ha movido. Estaba tan cerca.
Ha cambiado de postura. Ha girado la cabeza y se ha tapado con la almohada. Pero ha dejado un muslo al descubierto.

Me gusta morder cerca de la cabeza. Pero un muslo también es tentador. La femoral.

Recorro su suave piel con mis manos. No sabe lo que está a punto de pasar.

La muerdo.

Su sangre entra en mi llenándome de vida y proporcionándome el mayor de los éxtasis.
Bebo con avidez. Hacía tiempo que no probaba una sangre así.
Tiene tantos matices. Es cálida y refrescante a la vez. Es clara y oscura. Es néctar divino en estado puro. Es posible que su sabor se deba a que es pura aún. Virgen que dicen ellos. Nunca he creído en esas cosas pero he oído historias.

Se remueve inquieta. Acaso estoy bebiendo demasiado o es que ha notado como la mordía.
No, no puede ser. La he besado con dulzura. Como el amante que jamás ha conocido.
El beso de un extraño que la ama y al que le gustaría pasar una eternidad juntos.
Si, no quiero dejarla. No quiero dejar de probar este sabor.
Tiene que ser mía y solo mía.


De repente la chica da un manotazo y mata al mosquito que tenía picándole en la pierna.

Imagen titulada: SED DE SANGRE CRACOVIA BAJO CERO
Imagen extraída: article.wn.com

domingo, 15 de febrero de 2015

Te amo (relato)

Te amo más de lo que una persona puede amar a alguien. Te amo más de lo que es posiblemente confesable. Te amo con tanta intensidad que me duele el corazón. Te amo como nunca pensé que amaría a alguien. Te amo.

Y por eso no puedo explicar el dolor. La intensa agonía que siento al haberte perdido. La desdicha, la pena y la tristeza tan onda que anidan en mi alma.

Te escribo estas letras con la esperanza que puedas leerlas y entiendas; me entiendas.

Desde que no estás conmigo todo es gris. Todo carece de sentido. No hay luz en el mundo, se apagó la música. Todo sabe amargo.

Aún recuerdo los momentos vividos junto a ti. El fresco sonido de tu risa. El misterioso brillo de tus ojos. El dulce olor de tu piel. La maravillosa danza que bailaban el viento y tu cabello juntos. Y el sabor de tus besos. Esos besos que hacían que nuestras almas se tocarán. Besos que hacían desaparecer el mundo a nuestro alrededor. Los echo de menos.

Echo de menos tu presencia a mi lado. Escuchar tu voz. Sentir el calor de tu cuerpo y el mio unidos.
Te echo de menos.

Aún no puedo creer que un azar del destino nos separara. Que Dios, si es que existe, sea tan cruel de hacer que dos personas se encuentren en la vida para luego separarlas de esta manera.

Me niego. Reniego de toda concepción moral y ética.

Puede que sea la angustia la que habla. Que mi mente se haya quebrado bajo el intenso dolor de tu marcha. No importa.

Ya no importa.

Solo quiero que entiendas los motivos por los que he hecho lo que hago.

Mi único deseo es que vuelvas a estar a mi lado. Y no me importa cargar mi alma de pecados. Aguantaré el castigo divino. El precio habrá valido la pena si con ello consigo besarte una vez más.

Así que decidí hacer algo. Tenía que llenar el vacío de mi alma.

Al principio te busqué en otras mujeres pero ninguna era como tú. Todas ellas imperfectas. Todas ellas sosas, faltas de tu elegancia natural. De tu gracia innata.

Ninguna era lo bastante buena para compararse contigo. Eso complicaba aún más la tarea.

Una noche, mientras contemplaba tus fotos en soledad, fue cuando me vino la idea a la cabeza. Si ninguna mujer es lo suficientemente buena...si ninguna tiene todas tus virtudes... Eso solo me dejaba una opción. Cogería lo mejor de cada una para hacerte de nuevo.

Y así es como empezó todo.

Recuerdo que la primera vez estaba tan nervioso que lloré más que ella. Tenía más miedo que ella. Incluso vomité delante suyo mientras sus ojos cargados de terror me imploraban que la soltara.
Pero el ser humano se acostumbra a todo. A todo.

Dicen que la sangre derramada nunca puede limpiarse de las manos. Es cierto.
Todas ellas acuden a mí en la vigilia. Sus rostros asustados. Sus sollozos. Sus gritos amortiguados por la mordaza.

Lo odio. No lo disfruto. Trato de explicarles que no me gusta hacerlo. Que para ellas todo acabara pronto pero que para mí la pesadilla durará.
Les explico que sus vidas serán para que un ser único como tú vuelva a estar conmigo.
Les pregunto qué no harían ellas por su ser mas querido. ¿Acaso no sacrificarían la vida de cientos si no miles de vidas por la persona amada?

No me contestan. Nunca lo hacen. La mordaza no las deja hablar.

Pero no importa. Ya falta poco para que estés completa.

Ha sido un largo camino. No es fácil encontrar unos cabellos como los tuyos. Unos ojos, unas manos, unos dientes.

Unas cuantas cosas más y todo habrá acabado.

Por fin podré borrar de mi mente sus lágrimas, sus miradas de terror, el olor de sus cuerpos al orinarse encima.

No quiero volverlas a ver. No quiero volver a tocar a una mujer que no seas tú. Solo te quiero a ti.

Te amo tanto como para condenar mi alma. Te amo tanto como para traspasar el velo. Te amo tanto.

Te amo.


martes, 3 de febrero de 2015

Valquiria (relato)

Las olas rompen contra el acantilado con el estruendo de mil cuernos de batalla a mis espaldas.
El cielo retumba con el ruido de los truenos sobre mi cabeza.

Thor esta luchando contra los Jotün. Esos gigantes de hielo caerán bajo el legendario martillo Mjölnir.
Mientras en Midgard libramos otra batalla.

Mi respiración es agitada. Mi aliento se congela en el aire.
Mi barba esta manchada con la sangre de mis enemigos.
Me arde el brazo de luchar. He matado a siete cobardes que no merecen llamarse guerreros.

Dos más vienen hacia mi. Aferro fuertemente mi espada con mi mano diestra, mientras con la siniestra tapono la herida de mi abdomen.

Mucha sangre mana de ella. No podré contenerla. Mi vida se vierte como el vino estival. Mi boca sabe a metal.

Sonrío con mis dientes manchados de rojo. Abro los brazos y espero a que vengan a por mi.

Veo el brillo del cazador en sus ojos. Son como lobos que se abalanzan sobre un oso herido e indefenso.

Me muevo con lentitud mientras intentan rodearme. Tropiezo. Me llevo la mano dolorosamente a la barriga.
Uno de ellos se lanza sobre mi. Aprovecho su confianza. Lo agarro por el cuello y traspaso su garganta con mi espada.
Sus ojos revelan su sorpresa mientras su vida se vierte sobre la hierba verde.

El otro se pone en guardia. No me servirá el mismo truco dos veces. Lo malo es que realmente me están abandonando las fuerzas.
Intercambiamos golpes. No es muy diestro pero su malla desvía mi espada. Se me acaba el tiempo.
Mientras nuestros aceros se cruzan le doy un cabezazo en la cara. Sangra por la nariz. Le doy otro y suena como una nuez al partirse. Hinco una rodilla en el suelo fatigado.
Grita enfadado y levanta el brazo en alto para asestarme el golpe final.
Miro alrededor por un instante y veo dos cuervos mirándome. Hugin y Munin. Los dioses me están mirando.

Grito.
Odiiiiiiiiiin !!!

Y le clavo la espada en la axila. La armadura es más débil aquí. La hundo con mis dos manos mientras caigo sobre él hasta que deja de moverse. Me levanto a duras penas y de un tirón saco la espada cubierta de sangre.

Odiiiiiiiin !!! Grito a pleno pulmón.

Mi cuerpo se queda flojo. Me desplomo de espaldas contra la hierba y mi sangre la tiñe de rojo.

El cielo plomizo será mi sudario.

Mi espada. La he perdido al caer. Necesito mi espada.
Sin ella no podré entrar en el Valhalla. No podré convertirme en uno de los einherjar. Uno de los guerreros de Odín para la batalla final. El Ragnarök.

Está junto a mí. A poca distancia de mi mano. Mis dedos no responden.

Me esfuerzo al máximo. Toso violentamente y escupo sangre. Me duele terriblemente la herida. Noto un frío intenso en mi pecho. La muerte me reclama.

Algo me deslumbra. Una luz traspasa las oscuras nubes del cielo. Es una luz cálida. Mitiga el frío que siento.

Una silueta se recorta contra el resplandor. La figura esta descendiendo sobre mi.

Una mujer. La mujer más bella que hayan contemplado nunca los ojos de un hombre. Tan sensual y fiera que me corta el poco aliento que me queda.
Una visión gloriosa de pelo oscuro como noche cerrada. Ojos duros como el hielo invernal pero que miran con la ternura de un amante al despertar. El cuerpo fibroso de una guerrera que ha librado mil batallas lanza en ristre. A su espalda dos grandes alas de cuervo recuerdan que acude cuando la muerte está presente.

Una valquiria.

Moriría cien veces con tal de poder contemplarla en todas ellas.

Brotan lágrimas de mis ojos. Me gustaría decirle que se fuera. No he caído como un guerrero. No he podido alcanzar mi espada. Pero ya ni siquiera puedo hablar.

Ella se gira y se marcha de mi lado. Parece poder leer mi mirada.
Sale de mi vista. Voy a morir solo. Sin poder ver a mis ancestros. Condenado a  vagar por los mundos inferiores.

Un grito de rabia muere en mi garganta junto conmigo. La vida se me acaba. Las tinieblas engullen mi visión. Solo puedo ver un punto de luz desde donde descendió la Valquiria.

Al menos mereció la pena por verla.

Noto algo en mi mano. Algo que expulsa las tinieblas de mi vista. El rostro de ella esta muy próximo al mio. Tanto como para besarla.

Me mira directamente a los ojos y siento como si flotara. No quiero apartar la mirada de ellos. Podría mirarla eternamente.

Entonces me doy cuenta que el cielo desciende hacia nosotros.
No, nosotros ascendemos a él.

Miro hacia el suelo y veo mi cuerpo. Mi cuerpo inerte. Mi cuerpo muerto que sujeta mi espada.

Ella me la puso en la mano para que pudiera ascender.

Subimos a una velocidad vertiginosa.

No siento frío. Solo una sensación cálida en mi pecho. En sus brazos me siento descansado y lleno de vigor. Con ella siento que todo lo demás no tiene sentido sin este final. Ella es el descanso del guerrero. Ella es lo que llevaba toda la vida buscando.

Una luz dorada nos envuelve a ambos. Puedo ver a sus espaldas el Vingólf. La residencia de los guerreros caídos. Estamos en Valhalla.

Mucho me espera en adelante. Promesas de gloria, batallas y camaradería. Hidromiel y canciones hasta el fin de las cosas.

No me importa nada de eso.

Solo quiero estar con ella.

Nada más.


viernes, 1 de agosto de 2014

Agua y sal

Allí estaba ella. Sola. Contemplando el mar.
Las olas bailaban con el viento produciendo una espuma blanca que flotaba en el aire, llevando hasta ella el olor del Mediterráneo.
Agua y sal.
Pero aunque sus ojos miraban el paisaje ella veía otra cosa. Recuerdos.
Recuerdos de momentos felices. Recuerdos de momentos tristes. Recuerdos de momentos compartidos con personas.
Personas que fueron importantes en su vida. Personas que no están. Algunas porque la vida siguió caminos diferentes. Otras porque se enfrió la relación. Y unas pocas porque se les apagó la vida.
En su vida se había cruzado con mucha gente. Pero algunas, unas pocas, se habían ganado un lugar en su corazón. 
Y son estas últimas las que al marcharse dejan una herida.
Una herida en el alma. Una herida difícil de curar. Una herida que hay que lavar y tratar bien.
Agua y sal.
Sólo así dejarán cicatriz. Una cicatriz que seguirá doliendo. 
Marcando el lugar donde el cariño, el amor, la amistad y todos los vínculos se rompieron.
Y mientras recordaba las grandes ausencias, sus ojos vertían lágrimas. 
Pues las despedidas son tristes pero los recuerdos de las personas que no están cerca son amargos.
Tan amargos que se le hizo un nudo en la garganta. Un nudo que le impedía gritar al mar la pena que no podía tragar.
Hasta que las lágrimas llegaron a sus labios reconfortandola con su sabor.
Agua y sal.